La calleja del Nacimiento es uno de los parajes del entorno del pueblo que recorro con cierta frecuencia y, en las últimas semanas, lo he visitado diariamente, a menudo por la mañana y por la tarde. El apego al lugar me ha ofrecido la oportunidad de reunir un buen repertorio de fotografías, en las que se muestran las transformaciones que ha experimentado desde la década de los noventa del pasado siglo.
Tomé la imagen adjunta el último día del infortunado 2020 en un punto indeterminado entre las tres arquetas y el arca del Nacimiento. He elegido esta vista porque me gusta el modo en que la luz solar incide sobre las hojas agonizantes de los quejigos; verlas caer lentamente es un espectáculo lleno de magia que casi te traslada a Rivendel, aunque ese matiz no he sido capaz de captarlo.
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