domingo, 13 de julio de 2025

450 años del establecimiento del culto a Nuestra Señora del Rosario

Los auroros en la puerta de la parroquia en la madrugada del primer domingo de octubre (fotografía de J. Joaquín Fernández).

Cofradía de la Virgen del Rosario
La victoria cristiana en Lepanto (7/10/1571), que Pío V adjudicó a la intervención de la Virgen del Rosario, supuso el estímulo definitivo para la devoción al rezo del rosario. Dos años después, Gregorio XIII instaurará la celebración de esta advocación mariana en el primer domingo de octubre.
En 21 de diciembre de 1575, frey Alonso de Villanueva, de la Orden de Predicadores, estableció en Agudo la cofradía de Nuestra Señora del Rosario. El fraile dejará un conjunto de normas muy básicas, centralizadas en el rezo del rosario, que deberán acatar los hermanos de la cofradía; además, se promulga que la fiesta principal se celebrará el primer domingo de octubre y que los hermanos deberán rezar también en las cinco festividades de la Virgen (Purificación, Asunción, Anunciación, Virgen del Rosario y Natividad) en los pueblos donde resida la Orden de Santo Domingo (no era el caso de la villa de Agudo, aunque también se conmemoraron esas advocaciones en la localidad). Desde los primeros momentos, estuvo abierta a todos los cristianos, sin distinciones de sexo o estado, con la condición ineludible de rezar una vez a la semana todo el Rosario de Nuestra Señora que es quince veces el paternóster y ciento cincuenta avemarías. El cumplimiento de esta práctica conllevaba una serie de privilegios y perdones de tipo religioso, recogidos en un libro cancelario, que comienza con el establecimiento de la institución y perdura hasta 1801. Nada se consignó sobre la elección y número de oficiales, pero, durante los 225 años que abarca el libro, siempre se designaron dos alcaldes, un capellán, un mayordomo, un escribano y un muñidor. 
La nueva fundación debió adoptar como patrona a una talla de la Virgen, que ya tenía la parroquia, pues el libro cancelario no alude a su adquisición. La primera mención a la imagen de la advocación se documenta en septiembre de 1608, cuando el prior del convento de Santo Domingo de Ciudad Real la establece como tal.
Desde los inicios, las celebraciones religiosas incluyeron dos fiestas principales, la del 12 de julio (un día como hoy) y la del primer domingo de octubre; estos días, los actos religiosos incluyeron vísperas, misa y procesión, y, en ocasiones, sermón, poniendo especial cuidado en la ornamentación de la iglesia y de la propia imagen. La adquisición de una carga de ramos y juncia, la instalación de las colgaduras  en el interior de la parroquia y el montaje de un trono se adjuntaron a menudo en las partidas de gastos. Los festejos incluyeron también un interesante elenco de prácticas lúdicas, seguramente, muy aclamadas por el pueblo; las comedias, cuyos costes de vestuario y montaje del tablado comparten a veces con otras cofradías, y los toros son los entretenimientos más repetidos. Las obras de teatro contaron en alguna ocasión con acompañamiento musical, pues se menciona la adquisición de cuerdas “para la música de las comedias”. A lo que parece, las capeas fueron un elemento constante durante todo el siglo XVII y fue la propia cofradía la encargada de organizarlas; el pago a los boyeros, que conducían los toros a la villa, la colocación de las barreras en la plaza y el coste del animal figuran, con frecuencia, en el bloque de gastos. 
Sin que afecte al devenir de la cofradía ni a la localidad, cabe mencionar la Loa nº 15 de Hurtado de Mendoza, poeta y dramaturgo del Siglo de Oro; está dedicada a la Virgen del Rosario y las doce estrofas finales se refieren a las fiestas de la Virgen del Rosario de Agudo, sus prácticas, los alcaldes de la hermandad, que la gobernaron desde julio de 1619 hasta el mismo mes de 1620, el prior de la parroquia y el patrón, San Benito Abad.
      Hasta el verano de 1936, la Virgen del Rosario tuvo altar propio y, desde la segunda mitad del siglo XVII, retablo junto a la puerta de la actual sacristía. Los inventarios de la iglesia, conservados en el archivo parroquial, correspondientes a la segunda mitad del siglo XIX y primer cuarto del XX indican que la imagen de esta virgen ocupaba la hornacina principal y el conjunto de altar y retablo era conocido con su nombre.
  Además de las dos fiestas principales, la cofradía celebró las procesiones de todos los primeros domingos de mes y las conmemoraciones de las fiestas de la Virgen, que no se limitaron a las cinco festividades designadas en las normas inaugurales. Nuestra Señora de la Paz (24 de enero), la Candelaria (2 de febrero), la Anunciación (25 de marzo), la Visitación (2 de julio), Nuestra Señora de las Nieves (5 de agosto), la Asunción (15 de agosto), la Natividad (8 de septiembre), la Presentación (21 de noviembre), la Concepción (8 de noviembre) y Nuestra Señora de la O (18 de diciembre) son diez advocaciones marianas, cuya misa se anota en la partida de gastos de las cuentas correspondientes a sus primeras décadas de existencia. 
        En la segunda mitad del siglo XVII surge y se generaliza en el país una nueva práctica denominada Rosario público o callejero, que consiste en rezar el rosario por las calles en lugar de hacerlo en el interior de los templos. Se relaciona este hábito con Sevilla y las predicaciones del padre Ulloa (1688-1690), aunque en Cádiz destacó la figura de fray Pablo, que conformó el modo en que debía llevarse a cabo esta actividad. El fraile gaditano estableció que el cortejo debía organizarse detrás de una cruz guía, flanqueada por dos faroles altos encendidos, y estaría presidida por un simpecado con la imagen de la Virgen, rodeado por cuatro faroles encendidos. Se desconoce el momento en que esta expresión religiosa se incorporó a los actos de la cofradía agudeña, pero en las cuentas correspondientes a 1757  se anota la adquisición de un estandarte… con el escudo de Nuestra Señora del Rosario y… Santo Domingo por un lado y por el otro la cruz de la Orden de Calatrava… para que los rosarios públicos que continuamente se cantan por las calles los días de festividad lleven la efigie de Nuestra Señora… Consignan también que el citado estandarte sustituye a otro muy viejo, que ha estado en uso durante mucho tiempo, lo que parece corroborar cierta antigüedad para esta práctica. La disposición del cortejo implantada por el fraile gaditano continúa vigente en el rosario de la aurora de Agudo.
         El culto, los actos lúdicos de las fiestas principales y las retribuciones de los visitadores eclesiásticos se financiaron con las limosnas, mandas testamentarias y otras donaciones realizadas por los devotos, pues no consta que se cobraran cuotas a los hermanos. Especialmente generosa fue la familia Montano, que mantuvieron la mayordomía e hicieron frente a buena parte de los gastos durante más de cuarenta años; en el tiempo de su gestión se compró la corona de plata, la lámpara de aceite del mismo material y se construyó el retablo antiguo. La intercesión de los Montano debió suponer un alivio, pues la contabilidad y los inventarios de bienes demuestran que la cofradía nunca anduvo muy sobrada de numerario. Prueba de ello es que en 1636 organizaron la fiesta del 12 de julio a medias con san Benito y, casi un siglo después (1724), la comedia era financiada por uno de los oficiales de la hermandad; así lo constató el visitador del arzobispo de Toledo, que decidió invalidar semejante costumbre. A partir de mediados del siglo XVIII, los inventarios recogen como propios los mantos del Resucitado y el Niño Jesús usado para el Nacimiento; a lo que parece, la cofradía había asumido unos gastos sin relación con sus propias prácticas, aunque en el libro cancelario no aparece ningún auto donde se comprometan con ellos. 
       Las limosnas y mandas podían recibirse en especie (trigo, un ternero, una o varias cabras, etc.) o en metálico. El trigo consta que se vendía al pósito y los animales pasaban a engrosar la ganadería de la cofradía, cuya guarda se dejaba en manos de particulares o en las de los vaqueros del concejo si se trataba de reses vacunas. La partida de gastos ordinarios incluía siempre la cera para las hachas y velas, el aceite para la lámpara y algún ornamento, que necesitaba renovarse (vestimenta, estandarte, etc.). El escaso dinero sobrante se invirtió animales, vacas, cabras y colmenas, fundamentalmente, arrendadas a particulares a cambio de una renta fija. Tuvieron también dos censos de escaso caudal y dos cercas pequeñas, legadas por los Montano; la de los Huertos se localizaba a la bajada de las calles Abades y Prior, y la del Humilladero quedaba frente al pilar del Caño.
      Apremiada por el Consejo de Órdenes Militares, la cofradía de la Virgen del Rosario contribuyó en las obras de la iglesia parroquial, realizadas en la última década del siglo XVIII; del superávit de las cuentas correspondientes al periodo comprendido entre agosto de 1792 y diciembre de 1793, los oficiales decidieron que el mayordomo conservara ciento cuarenta reales para los gastos ordinarios, y los trescientos treinta y nueve reales con quince maravedíes restantes se entregaran al mayordomo de la parroquia como aportación obligada.
      El libro cancelario conservado concluye con la contabilidad de septiembre de 1796 a mayo de 1801. El final del libro no implica la disolución de cofradía, pues en la cara posterior del último folio del volumen, a continuación de la cuenta, se inscribió una nota con distinta letra y tinta que hace referencia a 1825; parece evidente que los administradores de la institución dieron comienzo a un nuevo tomo, cuya desaparición nos impide conocer su evolución durante el siglo XIX. 

Papel de los auroros en esta conmemoración
Y después de estos apuntes sobre la instauración oficial del culto a la Virgen del Rosario y la cofradía, que lo propicio, cabría preguntar sobre el papel que los auroros tienen en esta conmemoración.
Desde que se publicaran las ordenanzas de la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario de la Aurora en 1765 (hace ya 220 años) y su mención en el censo de Aranda cinco años después, ignoramos cualquier información sobre el devenir de esta hermandad, que se organizó bajo el patronazgo de la Virgen de la Estrella y en su ermita. Lo que sí conocemos sobradamente es que la Virgen del Rosario es la patrona de los auroros hasta donde alcanza la memoria de los más viejos y, además, en el cancionero de 1914, titulado Coplas en alabanzas a Nuestra Señora del Rosario de la Aurora, Benito Ortiz insertó su estampa.
Qué cambios tuvieron lugar durante el siglo XIX es algo que no tenemos claro, al menos yo, pues, como afirmara D. Alfonso Axpe en las nuevas ordenanzas en 1965, en la Guerra Civil se destruyeron todos los efectos de la hermandad, incluidos los estatutos; en todo caso, es evidente que aún queda mucho por investigar sobre este tema.

Los cancioneros de los auroros
Finalmente, resulta obligado incluir alguna información sobre los cancioneros conservados en la actualidas a fin de que todos tengamos algunas nociones claras al respecto.
Las coplas de los auroros fueron compiladas por Benito Ortiz en tres libros  en las dos primeras décadas del siglo XX; todos ellos se titulan Coplas a Nuestra Señora del Rosario de la Aurora. Los tres siguen un orden similar y repiten, en buena medida, las mismas canciones con algunas diferencias en cuanto al número de ellas. A fin de no confundirnos, designaremos los libros con el nombre de sus actuales poseedores.
El libro de Afrodisio es el que ha sido escrito con más esmero y contiene imágenes representativas en buena parte de los epígrafes. En cambio, es la que menos canciones comprende, sólo 917. Le faltan las orchanas, la letanía y el Stabat Mater, además de algunas estrofas sueltas en varios capítulos.
El libro de Teodoro incluye 1.091 canciones. Incluye las orchanas, el Stabat Mater, la letanía y alguna copla más que el de Afrodisio.
El libro de Antonio es el más completo, pues contiene casi 1.200 coplas; entre ellas, ocho estrofas más para la  Virgen de la Estrella y doce a la Virgen de Guadalupe, que no se menciona en los otros, 17 salves, y alguna estrofa más en los diferentes capítulos.
Con fecha de 1977, Miguel Orellana, escribió un nuevo libro, donde copia una parte de las coplas que ya habían sido recogidas en los tomos que escribiera Benito Ortiz. Debió manejar el ejemplar de Teodoro, pues contiene las orchanas completas y algunas estrofas del Stabat Mater, no incluido en el libro de Afrodisio.
En un momento no determinado, aunque debió ser en torno a 1980, pues las reproducciones son muy malas, se realizó un nuevo libro que es propiedad de los auroros; para ello, se fotocopió completó el libro de Afrodisio y, a continuación, se insertaron la letanía, las orchanas y otras coplas que el ejemplar de Afrodisio no contenía; algunas se intercalaron sin orden e, incluso, repetidas. Las nuevas incorporaciones, seguramente, se tomaron del libro de Teodoro, pues si se hubiera manejado el de Antonio, cabe suponer que habrían copiado también las dedicadas a la Virgen de la Estrella, patrona de Agudo. Cabe mencionar que esta copia contiene cuatro cuartetas que no se recogen en los libros originales de Benito Ortiz, aunque están escritas por él; son las que Juan Cerrillo titula El papa Pío VI, si bien en el libro de los auroros carecen de epígrafe. Incorpora, además, una Salve moderna escrita a máquina; seguramente un añadido de Afrodisio Ortiz.
La última compilación data de 2005 y su autor es Juan Cerrillo. A lo que parece, ha seguido el libro de los auroros, pues contiene la Salve escrita a máquina y las cuatro cuartetas del papa Pío VI, aunque ha modificado el orden de algunos títulos. 
Además, ha incluido cuatro estrofas denominadas Canciones de Navidad, que nada tienen que ver con los auroros y, según me han contado, alguna de ellas era popular hace ya algunas décadas. Añade también cuatro cuartetas con el título de El rezo del rosario, una estrofa sobre un milagro en la plaza de la Macarena (forma parte del repertorio de los auroros de Garbayuela, creo recordar)  y una popular casi satírica (el rosario de por la mañana / es para los pobres que no tienen pan / que los ricos se están en sus casas / guardando el rocío de la madrugá).
Nunca se recogieron en los cancioneros, pero el ingenio popular supo crear nuevas coplas con letras divertidas y, a veces, irónicas dirigidas a determinadas personas o situaciones. En un periodo de tiempo tan dilatado, debieron concebirse muchas más, aun cuando a mí solo me han llegado las dos anotadas que incorporo a continuación.
Al rosario de María tocan,
toquen o no toquen, yo no puedo ir
porque tengo las migas tostadas
y un vaso de vino para consumir.
…….
Porque tú eres un ladrón
que me robaste los cepos.
Más ladrón eres tú,
que metes mano en el cesto.

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