miércoles, 11 de septiembre de 2024

La casita blanca

 


Se localizaba en una parcela con acceso desde la calleja del Chorrillo y fue propiedad del sacerdote D. Roque Fernández-Barranquero, que la vendió a D. Esteban Díaz, el maestro; no fue ermita, eremitorio ni nada parecido, aunque la profesión de su dueño pudo haber sido la razón de que tuviera una cruz sobre la puerta de entrada.
Fue D. Roque un personaje curioso (tengo pendiente una entrada sobre su vida y obra) que, según cuentan, estuvo en Roma y en Tierra Santa, de donde se trajo el recorrido del Vía Crucis, diseñando su propio trazado entre la ermita de La Virgen y la del Cristo; la práctica de esta devoción continúa vigente en la actualidad, efectuándose el día de San Marcos durante la procesión. Sobre el Vía Crucis, creo recordar, escribió Salva Jiménez en su blog, aunque no puedo insertar el enlace pues no recuerdo como está etiquetado. Además, D. Roque se ocupó de administrar los bienes de la Virgen de la Estrella desde 1865 hasta 1902, dejando constancia de ello en un libro de cuentas muy detallado. 
En todo caso, el motivo de esta entrada no es D. Roque, por muy interesante que sea su vida, sino la casita blanca de la que Ángel Muñoz, recientemente, me ha facilitado una fotografía del archivo familiar. Si se exceptúa la cruz sobre la puerta, el edificio no parece ofrecer ninguna característica particular, que propiciara su popularidad en la memoria de las gentes. Le he preguntado a mi madre y me ha replicado que en los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo las callejas del Chorrillo y del Monte constituyeron una zona de paseo con parada en la parcela sin vallar de la casita blanca. 
       Es toda la información que he conseguido recabar, aunque, si alguien quiere aportar algún dato más, estoy dispuesta a incluirlo…


domingo, 1 de septiembre de 2024

Sobre la aparición de la Virgen de la Estrella

 



A Pedro García,
in memoriam.





La Virgen de la Estrella

se ha aparecido

en el tronco de una higuera

en el ejido.











          Recabando datos para la memoria sobre el hallazgo acaecido en el cuarto de acceso al camarín de la Virgen el año pasado, me he encontrado esta cuarteta que, hace años, me recitó Pedro García, (1920-2018) y que yo había traspapelado entre otros muchos documentos olvidados; seguramente, habría continuado inadvertida si no hubiera sido por la mención de Salva Jiménez en su pregón la Víspera de la Virgen sobre el mismo asunto.

          Me contó Pedro (no lo recordaba, pero lo tengo anotado) que desde el lugar de su aparición la trasladaron a la iglesia parroquial varias veces, pero ella regresaba a la higuera, por lo que decidieron construirle una ermita en esa ubicación; también me contó que la parte de las murallas, la cabecera, era lo más antiguo del edificio y que la nave se hizo después.

          Una de las acepciones del DRAE define leyenda como “relato basado en un hecho o personaje reales, deformado o magnificado por la fantasía o la admiración”. Es evidente que la narración conservada sobre el origen de la Virgen de la Estrella forma parte de una leyenda local que el tiempo, la devoción de los vecinos y otros elementos prodigiosos han ido dotando de forma, aunque no es menos cierto que podría conservar vestigios de realidad. Que la Virgen (Santa María a secas por entonces) se apareciera en el tronco de una higuera no es un hecho extraordinario en cuanto que, en una publicación sobre catorce santuarios marianos de Castilla-La Mancha, tres de las apariciones tuvieron lugar en un árbol (Virgen de la Carrasca de Villahermosa, Virgen de los Santos de Pozuelo y Virgen del Monte de Bolaños). Acebo, Atocha, Oliva, Encina y Espino son algunas advocaciones más que se me ocurren a bote pronto, aunque carezco de argumentos para opinar sobre la propensión de la Virgen a aparecerse sobre árboles y arbustos.

          De otro modo, creo que los recuerdos de Pedro contienen datos más interesantes que la predilección de la madre de Cristo por una higuera en el ejido. Me detalló que llevaron a la Virgen a la iglesia parroquial, pero ella tornaba al lugar de su aparición, por lo que se decidió construir una ermita en el sitio del suceso; esta locución lleva implícitas dos afirmaciones; en primer lugar que la Virgen era una figura corpórea (¿una talla?), que podían trasladar los vecinos a voluntad; en segundo lugar, que la parroquia es anterior en el tiempo a la ermita. La segunda afirmación no es baladí, pues refuta una hipótesis de R. Torres, en la que sugiere la posibilidad de que la iglesia de Santa María (actual ermita de la Virgen de la Estrella) hubiese sido parroquia en un momento anterior a la de San Benito(1).

La memoria de Pedro y otros muchos vecinos también nos ha aportado otros detalles, que la cabecera es más antigua que la nave, lo que se aprecia a simple vista, y, sobre todo, la denominación de los contrafuertes de la misma, las murallas. El vocablo ha sido de uso común entre la población hasta hoy y, además, también aparece en el libro de cuentas elaborado por Roque Fernández-Barranquero en las últimas cuatro décadas del siglo XIX; en cambio, no se han denominado nunca de ese modo los contrafuertes de la iglesia parroquial, aún cuando su envergadura es mucho más notable.

Por qué nuestros predecesores denominaron murallas a los contrafuertes de la cabecera y por qué una ermita extramuros tuvo una imagen de piedra (seguramente la más antigua y valiosa de todas las esculturas religiosas de la localidad) son cuestiones pendientes que, tal vez, algún día podamos resolver.

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(1) A tenor de la localización de ambos edificios y, mientras no afloren datos nuevos, considero más probable la información proporcionada por Pedro García en cuanto que San Benito se localiza en el centro del casco viejo, frente al solar del antiguo palacio de la Encomienda Mayor de Calatrava, y la Virgen de la Estrella se hallaba fuera de la población hasta los años finales del siglo XIX, a unas decenas de metros del primitivo trazado de la Cañada Real de Merinas.