Se localizaba en una parcela con acceso desde la calleja del Chorrillo y fue propiedad del sacerdote D. Roque Fernández-Barranquero, que la vendió a D. Esteban Díaz, el maestro; no fue ermita, eremitorio ni nada parecido, aunque la profesión de su dueño pudo haber sido la razón de que tuviera una cruz sobre la puerta de entrada.
Fue D. Roque un personaje curioso (tengo pendiente una entrada sobre su vida y obra) que, según cuentan, estuvo en Roma y en Tierra Santa, de donde se trajo el recorrido del Vía Crucis, diseñando su propio trazado entre la ermita de La Virgen y la del Cristo; la práctica de esta devoción continúa vigente en la actualidad, efectuándose el día de San Marcos durante la procesión. Sobre el Vía Crucis, creo recordar, escribió Salva Jiménez en su blog, aunque no puedo insertar el enlace pues no recuerdo como está etiquetado. Además, D. Roque se ocupó de administrar los bienes de la Virgen de la Estrella desde 1865 hasta 1902, dejando constancia de ello en un libro de cuentas muy detallado.
En todo caso, el motivo de esta entrada no es D. Roque, por muy interesante que sea su vida, sino la casita blanca de la que Ángel Muñoz, recientemente, me ha facilitado una fotografía del archivo familiar. Si se exceptúa la cruz sobre la puerta, el edificio no parece ofrecer ninguna característica particular, que propiciara su popularidad en la memoria de las gentes. Le he preguntado a mi madre y me ha replicado que en los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo las callejas del Chorrillo y del Monte constituyeron una zona de paseo con parada en la parcela sin vallar de la casita blanca.
Es toda la información que he conseguido recabar, aunque, si alguien quiere aportar algún dato más, estoy dispuesta a incluirlo…
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