miércoles, 6 de agosto de 2025

Conmemoración del 450 aniversario del establecimiento del culto a la Virgen del Rosario


                    El enlace que se inserta a continuación  https://losauroros.blogspot.com/2025/08/cronica-del-450-aniversario-del-culto.html lleva al artículo sobre el evento celebrado el pasado 12 de julio y ha sido publicado por Joaquín Gris en el blog de la Aurora de Santa Cruz. Al final del artículo, el autor ha incluido vídeos sobre el acto que tuvo lugar en la plaza y el rosario por las calles de la localidad.

 

domingo, 13 de julio de 2025

450 años del establecimiento del culto a Nuestra Señora del Rosario

Los auroros en la puerta de la parroquia en la madrugada del primer domingo de octubre (fotografía de J. Joaquín Fernández).

Cofradía de la Virgen del Rosario
La victoria cristiana en Lepanto (7/10/1571), que Pío V adjudicó a la intervención de la Virgen del Rosario, supuso el estímulo definitivo para la devoción al rezo del rosario. Dos años después, Gregorio XIII instaurará la celebración de esta advocación mariana en el primer domingo de octubre.
En 21 de diciembre de 1575, frey Alonso de Villanueva, de la Orden de Predicadores, estableció en Agudo la cofradía de Nuestra Señora del Rosario. El fraile dejará un conjunto de normas muy básicas, centralizadas en el rezo del rosario, que deberán acatar los hermanos de la cofradía; además, se promulga que la fiesta principal se celebrará el primer domingo de octubre y que los hermanos deberán rezar también en las cinco festividades de la Virgen (Purificación, Asunción, Anunciación, Virgen del Rosario y Natividad) en los pueblos donde resida la Orden de Santo Domingo (no era el caso de la villa de Agudo, aunque también se conmemoraron esas advocaciones en la localidad). Desde los primeros momentos, estuvo abierta a todos los cristianos, sin distinciones de sexo o estado, con la condición ineludible de rezar una vez a la semana todo el Rosario de Nuestra Señora que es quince veces el paternóster y ciento cincuenta avemarías. El cumplimiento de esta práctica conllevaba una serie de privilegios y perdones de tipo religioso, recogidos en un libro cancelario, que comienza con el establecimiento de la institución y perdura hasta 1801. Nada se consignó sobre la elección y número de oficiales, pero, durante los 225 años que abarca el libro, siempre se designaron dos alcaldes, un capellán, un mayordomo, un escribano y un muñidor. 
La nueva fundación debió adoptar como patrona a una talla de la Virgen, que ya tenía la parroquia, pues el libro cancelario no alude a su adquisición. La primera mención a la imagen de la advocación se documenta en septiembre de 1608, cuando el prior del convento de Santo Domingo de Ciudad Real la establece como tal.
Desde los inicios, las celebraciones religiosas incluyeron dos fiestas principales, la del 12 de julio (un día como hoy) y la del primer domingo de octubre; estos días, los actos religiosos incluyeron vísperas, misa y procesión, y, en ocasiones, sermón, poniendo especial cuidado en la ornamentación de la iglesia y de la propia imagen. La adquisición de una carga de ramos y juncia, la instalación de las colgaduras  en el interior de la parroquia y el montaje de un trono se adjuntaron a menudo en las partidas de gastos. Los festejos incluyeron también un interesante elenco de prácticas lúdicas, seguramente, muy aclamadas por el pueblo; las comedias, cuyos costes de vestuario y montaje del tablado comparten a veces con otras cofradías, y los toros son los entretenimientos más repetidos. Las obras de teatro contaron en alguna ocasión con acompañamiento musical, pues se menciona la adquisición de cuerdas “para la música de las comedias”. A lo que parece, las capeas fueron un elemento constante durante todo el siglo XVII y fue la propia cofradía la encargada de organizarlas; el pago a los boyeros, que conducían los toros a la villa, la colocación de las barreras en la plaza y el coste del animal figuran, con frecuencia, en el bloque de gastos. 
Sin que afecte al devenir de la cofradía ni a la localidad, cabe mencionar la Loa nº 15 de Hurtado de Mendoza, poeta y dramaturgo del Siglo de Oro; está dedicada a la Virgen del Rosario y las doce estrofas finales se refieren a las fiestas de la Virgen del Rosario de Agudo, sus prácticas, los alcaldes de la hermandad, que la gobernaron desde julio de 1619 hasta el mismo mes de 1620, el prior de la parroquia y el patrón, San Benito Abad.
      Hasta el verano de 1936, la Virgen del Rosario tuvo altar propio y, desde la segunda mitad del siglo XVII, retablo junto a la puerta de la actual sacristía. Los inventarios de la iglesia, conservados en el archivo parroquial, correspondientes a la segunda mitad del siglo XIX y primer cuarto del XX indican que la imagen de esta virgen ocupaba la hornacina principal y el conjunto de altar y retablo era conocido con su nombre.
  Además de las dos fiestas principales, la cofradía celebró las procesiones de todos los primeros domingos de mes y las conmemoraciones de las fiestas de la Virgen, que no se limitaron a las cinco festividades designadas en las normas inaugurales. Nuestra Señora de la Paz (24 de enero), la Candelaria (2 de febrero), la Anunciación (25 de marzo), la Visitación (2 de julio), Nuestra Señora de las Nieves (5 de agosto), la Asunción (15 de agosto), la Natividad (8 de septiembre), la Presentación (21 de noviembre), la Concepción (8 de noviembre) y Nuestra Señora de la O (18 de diciembre) son diez advocaciones marianas, cuya misa se anota en la partida de gastos de las cuentas correspondientes a sus primeras décadas de existencia. 
        En la segunda mitad del siglo XVII surge y se generaliza en el país una nueva práctica denominada Rosario público o callejero, que consiste en rezar el rosario por las calles en lugar de hacerlo en el interior de los templos. Se relaciona este hábito con Sevilla y las predicaciones del padre Ulloa (1688-1690), aunque en Cádiz destacó la figura de fray Pablo, que conformó el modo en que debía llevarse a cabo esta actividad. El fraile gaditano estableció que el cortejo debía organizarse detrás de una cruz guía, flanqueada por dos faroles altos encendidos, y estaría presidida por un simpecado con la imagen de la Virgen, rodeado por cuatro faroles encendidos. Se desconoce el momento en que esta expresión religiosa se incorporó a los actos de la cofradía agudeña, pero en las cuentas correspondientes a 1757  se anota la adquisición de un estandarte… con el escudo de Nuestra Señora del Rosario y… Santo Domingo por un lado y por el otro la cruz de la Orden de Calatrava… para que los rosarios públicos que continuamente se cantan por las calles los días de festividad lleven la efigie de Nuestra Señora… Consignan también que el citado estandarte sustituye a otro muy viejo, que ha estado en uso durante mucho tiempo, lo que parece corroborar cierta antigüedad para esta práctica. La disposición del cortejo implantada por el fraile gaditano continúa vigente en el rosario de la aurora de Agudo.
         El culto, los actos lúdicos de las fiestas principales y las retribuciones de los visitadores eclesiásticos se financiaron con las limosnas, mandas testamentarias y otras donaciones realizadas por los devotos, pues no consta que se cobraran cuotas a los hermanos. Especialmente generosa fue la familia Montano, que mantuvieron la mayordomía e hicieron frente a buena parte de los gastos durante más de cuarenta años; en el tiempo de su gestión se compró la corona de plata, la lámpara de aceite del mismo material y se construyó el retablo antiguo. La intercesión de los Montano debió suponer un alivio, pues la contabilidad y los inventarios de bienes demuestran que la cofradía nunca anduvo muy sobrada de numerario. Prueba de ello es que en 1636 organizaron la fiesta del 12 de julio a medias con san Benito y, casi un siglo después (1724), la comedia era financiada por uno de los oficiales de la hermandad; así lo constató el visitador del arzobispo de Toledo, que decidió invalidar semejante costumbre. A partir de mediados del siglo XVIII, los inventarios recogen como propios los mantos del Resucitado y el Niño Jesús usado para el Nacimiento; a lo que parece, la cofradía había asumido unos gastos sin relación con sus propias prácticas, aunque en el libro cancelario no aparece ningún auto donde se comprometan con ellos. 
       Las limosnas y mandas podían recibirse en especie (trigo, un ternero, una o varias cabras, etc.) o en metálico. El trigo consta que se vendía al pósito y los animales pasaban a engrosar la ganadería de la cofradía, cuya guarda se dejaba en manos de particulares o en las de los vaqueros del concejo si se trataba de reses vacunas. La partida de gastos ordinarios incluía siempre la cera para las hachas y velas, el aceite para la lámpara y algún ornamento, que necesitaba renovarse (vestimenta, estandarte, etc.). El escaso dinero sobrante se invirtió animales, vacas, cabras y colmenas, fundamentalmente, arrendadas a particulares a cambio de una renta fija. Tuvieron también dos censos de escaso caudal y dos cercas pequeñas, legadas por los Montano; la de los Huertos se localizaba a la bajada de las calles Abades y Prior, y la del Humilladero quedaba frente al pilar del Caño.
      Apremiada por el Consejo de Órdenes Militares, la cofradía de la Virgen del Rosario contribuyó en las obras de la iglesia parroquial, realizadas en la última década del siglo XVIII; del superávit de las cuentas correspondientes al periodo comprendido entre agosto de 1792 y diciembre de 1793, los oficiales decidieron que el mayordomo conservara ciento cuarenta reales para los gastos ordinarios, y los trescientos treinta y nueve reales con quince maravedíes restantes se entregaran al mayordomo de la parroquia como aportación obligada.
      El libro cancelario conservado concluye con la contabilidad de septiembre de 1796 a mayo de 1801. El final del libro no implica la disolución de cofradía, pues en la cara posterior del último folio del volumen, a continuación de la cuenta, se inscribió una nota con distinta letra y tinta que hace referencia a 1825; parece evidente que los administradores de la institución dieron comienzo a un nuevo tomo, cuya desaparición nos impide conocer su evolución durante el siglo XIX. 

Papel de los auroros en esta conmemoración
Y después de estos apuntes sobre la instauración oficial del culto a la Virgen del Rosario y la cofradía, que lo propicio, cabría preguntar sobre el papel que los auroros tienen en esta conmemoración.
Desde que se publicaran las ordenanzas de la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario de la Aurora en 1765 (hace ya 220 años) y su mención en el censo de Aranda cinco años después, ignoramos cualquier información sobre el devenir de esta hermandad, que se organizó bajo el patronazgo de la Virgen de la Estrella y en su ermita. Lo que sí conocemos sobradamente es que la Virgen del Rosario es la patrona de los auroros hasta donde alcanza la memoria de los más viejos y, además, en el cancionero de 1914, titulado Coplas en alabanzas a Nuestra Señora del Rosario de la Aurora, Benito Ortiz insertó su estampa.
Qué cambios tuvieron lugar durante el siglo XIX es algo que no tenemos claro, al menos yo, pues, como afirmara D. Alfonso Axpe en las nuevas ordenanzas en 1965, en la Guerra Civil se destruyeron todos los efectos de la hermandad, incluidos los estatutos; en todo caso, es evidente que aún queda mucho por investigar sobre este tema.

Los cancioneros de los auroros
Finalmente, resulta obligado incluir alguna información sobre los cancioneros conservados en la actualidas a fin de que todos tengamos algunas nociones claras al respecto.
Las coplas de los auroros fueron compiladas por Benito Ortiz en tres libros  en las dos primeras décadas del siglo XX; todos ellos se titulan Coplas a Nuestra Señora del Rosario de la Aurora. Los tres siguen un orden similar y repiten, en buena medida, las mismas canciones con algunas diferencias en cuanto al número de ellas. A fin de no confundirnos, designaremos los libros con el nombre de sus actuales poseedores.
El libro de Afrodisio es el que ha sido escrito con más esmero y contiene imágenes representativas en buena parte de los epígrafes. En cambio, es la que menos canciones comprende, sólo 917. Le faltan las orchanas, la letanía y el Stabat Mater, además de algunas estrofas sueltas en varios capítulos.
El libro de Teodoro incluye 1.091 canciones. Incluye las orchanas, el Stabat Mater, la letanía y alguna copla más que el de Afrodisio.
El libro de Antonio es el más completo, pues contiene casi 1.200 coplas; entre ellas, ocho estrofas más para la  Virgen de la Estrella y doce a la Virgen de Guadalupe, que no se menciona en los otros, 17 salves, y alguna estrofa más en los diferentes capítulos.
Con fecha de 1977, Miguel Orellana, escribió un nuevo libro, donde copia una parte de las coplas que ya habían sido recogidas en los tomos que escribiera Benito Ortiz. Debió manejar el ejemplar de Teodoro, pues contiene las orchanas completas y algunas estrofas del Stabat Mater, no incluido en el libro de Afrodisio.
En un momento no determinado, aunque debió ser en torno a 1980, pues las reproducciones son muy malas, se realizó un nuevo libro que es propiedad de los auroros; para ello, se fotocopió completó el libro de Afrodisio y, a continuación, se insertaron la letanía, las orchanas y otras coplas que el ejemplar de Afrodisio no contenía; algunas se intercalaron sin orden e, incluso, repetidas. Las nuevas incorporaciones, seguramente, se tomaron del libro de Teodoro, pues si se hubiera manejado el de Antonio, cabe suponer que habrían copiado también las dedicadas a la Virgen de la Estrella, patrona de Agudo. Cabe mencionar que esta copia contiene cuatro cuartetas que no se recogen en los libros originales de Benito Ortiz, aunque están escritas por él; son las que Juan Cerrillo titula El papa Pío VI, si bien en el libro de los auroros carecen de epígrafe. Incorpora, además, una Salve moderna escrita a máquina; seguramente un añadido de Afrodisio Ortiz.
La última compilación data de 2005 y su autor es Juan Cerrillo. A lo que parece, ha seguido el libro de los auroros, pues contiene la Salve escrita a máquina y las cuatro cuartetas del papa Pío VI, aunque ha modificado el orden de algunos títulos. 
Además, ha incluido cuatro estrofas denominadas Canciones de Navidad, que nada tienen que ver con los auroros y, según me han contado, alguna de ellas era popular hace ya algunas décadas. Añade también cuatro cuartetas con el título de El rezo del rosario, una estrofa sobre un milagro en la plaza de la Macarena (forma parte del repertorio de los auroros de Garbayuela, creo recordar)  y una popular casi satírica (el rosario de por la mañana / es para los pobres que no tienen pan / que los ricos se están en sus casas / guardando el rocío de la madrugá).
Nunca se recogieron en los cancioneros, pero el ingenio popular supo crear nuevas coplas con letras divertidas y, a veces, irónicas dirigidas a determinadas personas o situaciones. En un periodo de tiempo tan dilatado, debieron concebirse muchas más, aun cuando a mí solo me han llegado las dos anotadas que incorporo a continuación.
Al rosario de María tocan,
toquen o no toquen, yo no puedo ir
porque tengo las migas tostadas
y un vaso de vino para consumir.
…….
Porque tú eres un ladrón
que me robaste los cepos.
Más ladrón eres tú,
que metes mano en el cesto.

domingo, 19 de enero de 2025

El legado de don Juan del Burgo


[La fotografía del inicio fue tomada por Jesús Egea en el cementerio de La Almudena y los datos de la partida de nacimiento de Juan del Burgo los aportó Gema Fernández Palomares, que se mueve como pez en el agua en los libros de registro antiguos. Gracias a ambos].

          El catorce de febrero de mil seiscientos cincuenta y uno, el prior de Almadén, frey Miguel Sánchez Villalón[i], bautizó en la iglesia parroquial de San Benito Abad a Juan del Burgo, hijo de Juan del Burgo, nacido en Holanda, y de María del Arco, agudeña. Fueron sus padrinos el licenciado de Yegros y Catalina, su mujer, según consta en la partida de bautismo del recién nacido.

          Con fecha de 24 de enero de 1675, en el Archivo General de Indias se conserva el expediente de información y licencia de pasajero a Indias de José Daza, general de artillería, gobernador y capitán general de Cartagena de Indias. Le acompañaban, entre otros, su mujer, Isabel del Burgo, y “Juan del Burgo, su cuñado, natural y vecino de Agudo, hijo de Juan del Burgo y de María Muñoz del Arco”.

          En el archivo parroquial se conserva el libro cancelario de la Obra Pía[ii], que instituyera D. Juan del Burgo en la ermita de la Virgen de la Estrella. El libro contiene copia de su testamento, especialmente lo que atañe a su fundación benéfica.

          A tenor de los datos contenidos en el citado libro, Juan del Burgo fue presbítero de la iglesia parroquial de San Miguel de Jerez de la Frontera y vecino de Madrid al final de su vida.

          Otorgó testamento en Madrid en 1 de septiembre de 1726 y murió cuatro días después. Solicitaba ser enterrado en uno de los nichos de la bóveda de la capilla de Nuestra Señora de la Soledad (podría ser casualidad, pero nuestra imagen de la Soledad estaba en la ermita de la Virgen de la Estrella).

          Demandaba que asistieran al sepelio las comunidades de Ntro. Padre S. Francisco, Ntro. Padre S. Francisco de Paula, Ntra. Sra. del Carmen de la Antigua Observancia y S. Agustín.

          Además de sus propios bienes contó con la herencia (97.472 reales) de su hermana, Isabel María del Burgo, fallecida en Nápoles; dicho legado estaba condicionado a la obligación de fundar algunas plazas en la casa de recogidas de Madrid.

          Ordenó que sus bienes se vendieran en almoneda con el fin de cumplir sus deseos con el dinero obtenido.

Reparto de la herencia

          -Adjudicó 1.000 ducados a D. Manuel de Soto.

          -300 ducados a Dña. Antonia Primo Daza; además de perdonarle los 600 que ésta le adeudaba.

          -El remanente de todos sus bienes se dividiría, a partes iguales, entre la imagen de La Soledad del convento de la Victoria de Madrid y la imagen de la Virgen de la Estrella de Agudo.

-Fundación de una Obra Pía en la ermita de la V. de la Estrella de Agudo, dotada con 100.000 reales

Bienes para la Obra

1-    Un censo de 1.500 ducados (16.500 reales) de principal impuesto por D. Antonio de Velasco y de la Cueva, conde de Siruela y de Valverde (formaba parte de la herencia de su hermana).

2- Dos molinos y un batán en la Ribera de Riofrío (los había comprado hacia 1723-1724).

3- 6.283,5 reales de un efecto contra la villa de Madrid sobre la sisa de los nuevos impuestos de millones[i].

          4- 16.500 reales, que tenía depositados en D. Pedro Calderón, vecino de Siruela, con el fin de que Alonso García de la Vera Cuadrado[ii], comisario del Santo Oficio de la villa de Agudo, los invirtiera en bienes para la fundación.

          5- Los 41.317 reales, que faltaban para completar los 100.000 reales convenidos, se obtendrían de:

                    -Aproximadamente 3.000 ducados (33.000 reales) que suponen, al cambio, los 4.500 florines, moneda de Ámsterdam, en que se ha tasado la hacienda que el finado posee en aquellas tierras, heredada de una parienta.

          [Hay un problema que no dicen cómo lo solventan: Las leyes holandesas establecen que esa hacienda no puede ser legada a monasterios, obras pías o imágenes, por lo que será necesario que un pariente del testador, declarándose heredero, lo pueda vender. Cuando consigan venderlo deberán invertirlo en bienes a favor de la Obra Pía. En todo caso, el asunto se solucionó, pues en las cuentas se anotan unos efectos en Madrid, que no constaban en el testamento].

                    -No he localizado la procedencia de los los 8.317 reales que faltarían para completar el capital consignado.

Gestión y obligaciones de la Obra Pía

          1-Nombró personalmente a dos patronos que cobrarían 15 reales cada año al tomarse las cuentas; a la muerte de ambos quedarían como patronos el prior de la parroquia de San Benito Abad, y el alcalde y el regidor más antiguos.

          2-Habría de designarse un capellán, que sería a la vez administrador y preceptor de Gramática. Como preceptor debería enseñar Gramática gratis a los hijos de los vecinos de la villa de Agudo. Además, habría de oficiar 150 misas anuales por el alma del finado y sus familiares en la ermita de la Virgen de la Estrella. Sería de obligatorio cumplimiento la celebración de una misa todos los días de precepto, y también los días de Santa Bárbara, San Antonio Abad, San Nicolás de Bari y Santa Polonia; el resto se realizarían a voluntad del oficiante. Por todo ello recibiría 5,5 reales diarios (2.007,5 reales anuales).

          3-El puesto de preceptor de Gramática debería publicitarse durante 30 días en las puertas de la iglesia parroquial y se tendría que elegir al aspirante más idóneo entre todos los participantes; a igual nivel se daría preferencia al nacido en Agudo y, en caso de haber más de un autóctono, se escogería al más pobre y virtuoso.

          4-Se seleccionaría también un maestro de primeras letras, que recibiría 300 reales [en el Catastro de Ensenada (1752) mencionan que el maestro gana 450 reales, por lo que podría tratarse de una mera ayuda para su mantenimiento].

          5-Si sobrara caudal de los gastos estipulados, cada cuatro años se habría de invertir en dotar a una religiosa o casada con grado de parentesco respecto a Isabel del Burgo o el propio testador; en caso de no haberla, se distribuirá en limosnas de 8 ducados (88 reales) en doncellas o viudas de Agudo, que contrajeran matrimonio.

          6-Sería prioritario realizar las reparaciones necesarias en los bienes de la fundación y en los gastos de administración. Sólo si sobrase dinero, se tendrían en cuenta el maestro de primeras letras y las dotes de las doncellas.

          7-Por voluntad del testador, las cuentas de la fundación no estarían sujetas a jurisdicción eclesiástica ni serían supervisadas por los visitadores religiosos[iii].

Otros datos contenidos en el libro

La puesta en marcha de la fundación no debió ser tarea simple, ya que se prolongan hasta 1744, ocupando los veinte folios iniciales del libro cancelario; a continuación, siguen hojas en blanco hasta el fº52-recto, donde se inician las anotaciones con un auto de 28/12/1758 convocando al personal competente con el fin de tomar las cuentas de los cuatro últimos años. Parece que han podido vender la herencia en Ámsterdam, pues cuentan con nuevos efectos en Madrid, que no figuraban en el testamento; uno sobre las sisas de las carnicerías y aceite de veinticuatro millones[iv] y otro sobre la sisa del cuarto de palacio[v].

Se menciona también que al ermitaño de la V. de la Estrella se le darán todos los años 10 ducados (110 reales) para que tenga cuidado de la imagen. Seguramente, ese cargo no debió existir hasta entonces, pues en 1744, paralelamente al arranque de la Obra, nombran uno.

          Las últimas anotaciones corresponden a 1816 con el nombramiento de un nuevo administrador y la realización de un inventario. Su fin seguramente tuvo que ver con la Desamortización de Godoy, que afectó a las instituciones benéficas de la Iglesia (por esos años, la Sacramental también se ve privada de sus censos y propiedades rústicas).

Algunas reflexiones sobre la fundación

          Juan del Burgo no debió tener familiares muy próximos, en cuanto que no selecciona capellán con grado de parentesco, lo que suele ser rutinario en este tipo de fundaciones; sí debió tener parientes más o menos lejanos, puesto que consigna una parte secundaria de las rentas a las dotes de parientes de su hermana o de él mismo.

          Resulta sorprendente que, en una época en la que imperaba la creencia de que las misas ofrecidas eran un factor importante para la salvación del alma, Juan del Burgo dedicara una parte importante de sus bienes a la erudición de los niños de Agudo, ofreciéndoles la posibilidad de acceso a estudios más avanzados.

Bibliografía:

-Latorre Ciria, J. M. (2015): “Las Obras Pías como camino de salvación: el obispado de Albarracín (siglo XVIII)”. Ediciones de la Universidad de Salamanca.

-Libro de cuentas de las rentas de la Obra Pía que, en la ermita de Nuestra Señora de la Estrella, en Agudo fundó Don Juan del Burgo (1744-1816). Archivo parroquial de Agudo.

-Martínez Neira (2022): Revolución y Fiscalidad Municipal. La Hacienda en la Villa de Madrid en el reinado de Fernando VII. Universidad Carlos III.

-Ministerio de Cultura, Archivo General de India, CONTRATACION, 5440, N.2, R.43


[I] Miguel Sánchez Villalón fue natural de Agudo, hermano de Laura Villalón (donante de la custodia de la Hermandad Saceramental) y, unos años después del nacimiento de Juan del Burgo, fue nombrado prior de la iglesia parroquial de San Benito Abad de Agudo.

[II] La Obra Pía fue una fundación benéfica en la que se establecían una serie de servicios, las condiciones, el funcionamiento, los beneficiados y otros asuntos; para ello, contaban un capital cuya administración quedaba recogida en las condiciones.

[III] El impuesto gravaba el consumo de vino, aceite, vinagre, jabón, carne y velas de sebo.

[IV] Vivió en la casa de la calle Cervantes, que ostenta hoy un escudo de la Inquisición. La colocación de la citada insignia fue posterior a la construcción del inmueble y podría coincidir en el tiempo con la vida de Alonso García de la Vera Cuadrado.

[V] Las inspecciones efectuadas por los representantes de la Iglesia solían ser anuales y, en las asociaciones de capital escaso, podían suponer un canon importante en cuanto que no eran gratuitas.

[VI] El impuesto gravaba con tres maravedíes por libra la carne de vaca y carnero que se consumía en Madrid.

[VII] El impuesto se estableció en 1608 con el fin de conseguir 250.000 ducados para hacer un cuarto en el palacio real para vivienda de la reina Margarita (en esos momentos la corte estaba en Valladolid y pretendían trasladarla a Madrid).




domingo, 12 de enero de 2025

Bizcochos de bodas



 


          En Agudo, estos bizcochos se hacían únicamente para las bodas. Su elaboración no es compleja, pero necesitaban plena disponibilidad del horno por lo que no era posible cocerlos con los dulces de otras personas. La receta, cuya fotografía se adjunta, fue escrita por Pepe Gómez en una agenda de 1942 y difiere ligeramente con la de la torta de bizcocho (en el mismo párrafo) y con la que recuerda mi madre (una cucharada rasa de azúcar y una cucharada colmada de harina por cada huevo), aunque es de sobra conocido que, en cuestión de gastronomía “cada maestrillo tiene su librillo”.

          La preparación de la masa es igual que la de la torta de bizcocho y la manga de gitana: batir las claras a punto de nieve, añadir el azúcar, añadir las yemas y, finalmente, la harina, y llevar al horno rápidamente a fin de que no pierda aire.

          Para hornearlos, se vertía la masa a cucharadas sobre papel de estraza, dándole una forma alargada bastante irregular; se ponían cuatro líneas de masa (cuatro bizcochos) en un mismo papel y se llevaban al horno fuerte; se iban metiendo y sacando del horno simultáneamente. Hoy se pueden preparar cómodamente con mangas pasteleras de boquilla ancha y cocerlos en los hornos domésticos usando láminas de silicona u otro material apropiado.