Medio físico
El término
municipal de Agudo, situado en el límite occidental de la provincia de Ciudad
Real e incluido en la región natural de los Montes, ocupa una extensión de
22.731 Has., que abarcan casi toda la depresión anticlinal de Agudo y parte de
las sierras adyacentes.
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El valle del río Agudo y, al fondo, La Morra y las alineaciones montañosas septentrionales |
Excepto por el
Oeste, donde la citada depresión se prolonga en tierras de Tamurejo (Badajoz),
el territorio aparece flanqueado por sierras y cerros que, en ningún caso,
alcanzan los 900 ms. de altitud. Al Norte, la cuerda de una alineación, desde
el río Guadalemar hasta el morro Altero, sirve de delimitación con los términos
de Garbayuela y Fuenlabrada de los Montes, ambas poblaciones pertenecientes a
la provincia de Badajoz. A continuación las sierras de El Bonal, Dos Hermanas y
Castillejo marcan la linde con Puebla de Don Rodrigo. Por el Este, los cordones
montañosos de El Oso y Navalatienda inician el límite con Valdemanco de
Esteras, que se prolonga por el Sur a través de las sierras de El Toledano, La Pescadera y Hornía,
hasta alcanzar de nuevo la provincia de Badajoz, donde los arroyos de La Conquista y Valdelirios
señalan la divisoria con Baterno.
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El valle del río Agudo y, al fondo, las sierras de La Umbría |
El interior del territorio
presenta un relieve suave salvo en el Sur, donde la alineación de San Blas, Los
Poyales, Casavieja y Los Parrales origina una sucesión de estrechos vallejos
casi horizontales y, al Oeste, cuya superficie se torna más abrupta por la
irrupción, desde el Norte, de la sierra de Matavacas y una serie de pequeños
cerros que avanzan desde El Toledano. En todo caso las diferencias de nivel no
son muy significativas y oscilan entre los 874 ms. de Don Pablos y los 487 ms.
de la desembocadura del arroyo de La Delgada. lllllllllll
Tributario del
Zújar a través del Guadalemar, el río Agudo es el más importante en cuanto a
longitud y número de corrientes menores que recoge, aunque su cauce es
temporal. El arroyo de Riofrío drena los pequeños vallejos situados entre las
dos líneas montañosas de la zona sur; su caudal, poco abundante aunque
permanente, desagua en el Esteras.
El clima es de
tipo mediterráneo, con veranos muy cálidos y secos e inviernos poco rigurosos.
Las precipitaciones superan los 600
mm anuales y alcanzan su máximo en invierno. Un fenómeno
novedoso de los inviernos es la intensidad y frecuencia de las nieblas desde la
construcción de los embalses del Guadiana.
En general,
los suelos son ácidos, poco profundos y se asientan sobre pizarras o cuarcitas
que, en ocasiones, afloran a la superficie.
Relieve,
clima, suelo y, sobre todo, la mano del hombre son los factores que han
posibilitado el desarrollo de un paisaje vegetal constituido por especies
mediterráneas.
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Alcornoque descorchado en la hoya de Mingorrubio y rebollos en el valle de Riofrío |
El encinar
adehesado y el jaral son las formaciones más características. El primero debe
su aspecto a la intervención humana y ocupa la mayor parte de las tierras
susceptibles de aprovechamiento agropecuario; se extiende por las áreas más
llanas y de pendiente poco acusada, ocupando zonas que, en otros tiempos,
estuvieron pobladas de monte, quejigales y alcornocales. Las sucesivas rozas
eliminan temporalmente las especies vegetales no deseadas, aunque una buena
muestra de ellas puede observarse en los setos que delimitan las parcelas y en
los caminos. En los años 70, la proliferación de maquinaria agrícola fomentó la
tala desmedida de encinares, pero el celo de las políticas forestales y el
paulatino convencimiento de los agricultores han posibilitado su incremento en
las últimas décadas.
Con una
extensión de unas 6.500 Has, el monte se extiende por las laderas altas de las
sierras y zonas abruptas poco propicias para el desarrollo de la agricultura.
Sin lugar a dudas, el jaral constituye la formación predominante y está
presente en todos los niveles, orientaciones y estadios evolutivos. Menos
abundantes son los brezales y quejigales, aunque una buena muestra de ambos
puede observarse en la Umbría
de Valciego y en la de Los Parrales, respectivamente. En cualquier caso, jara,
brezo y quejigo aparecen siempre asociados a un buen número de especies más o
menos abundantes según las zonas. Jaguarzo, coscoja, lentisco, madroño,
cantueso, enebro, romero, espino albar y labiérnago son pobladores habituales
del monte, mientras que el arrayán muestra sus preferencias por las solanas y
la genista por las umbrías. Las manchas de acebuchal hace ya muchos años que se
convirtieron en olivares y en la actualidad sólo crecen ejemplares aislados que
conforman una variedad más de las tierras incultas.
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Acebuche y lentisco en La Morra |
El bosque
apenas está representado por pequeñísimos rodales de alcornocal, una mínima
evidencia de tiempos anteriores. El escaso rendimiento del alcornoque frente a
la encina ha propiciado la paulatina eliminación de aquél, relegándole a las
zonas de monte y a los setos que delimitan las parcelas cultivadas en la
mayoría de los casos. Es interesante una mancha de rebollos y robles en el valle de Riofrío, que presenta
un microclima más húmedo y fresco respecto al resto del término.
La escasez de
cauces permanentes de agua limita la vegetación de ribera a los tamujares. Así
mismo, el poleo, los juncos, las espadañas, los helechos, las zarzas, etc. se
crían en las zonas más húmedas, contiguas a los pequeños manantiales que
salpican el terreno.
La ruda, el
orégano, la centaura menor, el tomillo y la mejorana son algunas de las plantas
aromáticas y/o medicinales fáciles de conseguir en distintos puntos de la
geografía local.
Un nido de cigüeña blanca en los tejados de la población |
La
conservación de una parte de la vegetación original y la abundancia de arbolado
han posibilitado la existencia de una fauna diversificada en la que destacan
las aves por el elevado número de especies representadas.
Bibliografía:
-Cabrera, I. y Penas E. (1998): Agudo, una villa de la Encomienda Mayor de
Calatrava. Ciudad Real.
-Delgado de la Rosa, B. (1991): Guía de la Siberia extremeña. Mérida.
-García Rayego, J. L. (1995): El medio natural en los Montes de Toledo
y el Campo de Calatrava. Ciudad Real.
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