martes, 8 de agosto de 2017

Utillaje culinario I

Jarros de cobre documentados en Agudo


La funcionalidad y la versatilidad son, seguramente, las características que mejor definen el menaje tradicional usado en la cocina y el almacenaje de alimentos. Unos pocos utensilios con tamaños muy variados han bastado para realizar la mayor parte de las tareas relacionadas con su preparación y conservación. La olla de echar en pringue, la torreznera, la tapadera del jarro de cobre, la panerilla de rajar las migas y algún otro integran el escaso material con función específica.

El jarro de cobre

El desgaste frontal en el aro de la base de los jarros de cobre antiguos (imagen superior) demuestra que éstos pasaron buena parte de su vida útil arrimados al fuego. El cocido, elaborado a la lumbre en puchero de barro, necesitaba un aporte constante de agua templada para que no se pegaran los garbanzos y el único modo de proporcionársela era manteniendo, mientras durase la cocción, un recipiente con agua junto a las brasas. El jarro de cobre, bien documentado desde 1850, podría haberse usado con ese fin a tenor de lo sucedido en las décadas posteriores. Aunque desconocemos su evolución tipológica, se ha conservado un ejemplar considerado viejo en un inventario de 1884, es más esbelto y presenta un perfil más suave que cualquier otro de los que he tenido ocasión de contemplar (imagen superior, pieza situada a la izquierda); además, ostenta  la típica tapadera perforada a modo de boca de regadera que se utilizó para humedecer las migas. En Peñalsordo (Badajoz) he observado un recipiente cerámico con una boca muy especial (imagen inferior) y me han asegurado que sirvió para mojar las migas, pero ignoro su fecha de fabricación; no muestra evidencias de haber estado junto al fuego ni parece muy apropiado para beber “a morro”, tal y como sucedió con las cantarillas, que se colocaban junto a la piedra del humero, por lo que ignoramos si tuvo alguna otra función. No nos consta que en Agudo hubiera piezas semejantes, aunque no debemos olvidar que el barro es una materia prima muy frágil y su durabilidad es más limitada que la del cobre.

Recipiente documentado en Peñalsordo (Badajoz). Fotografía de Juan F. Cerrillo