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Jarros de cobre documentados en Agudo |
La funcionalidad y la versatilidad son, seguramente, las
características que mejor definen el menaje tradicional usado en la cocina y el
almacenaje de alimentos. Unos pocos utensilios con tamaños muy variados han
bastado para realizar la mayor parte de las tareas relacionadas con su
preparación y conservación. La olla de echar en pringue, la torreznera, la
tapadera del jarro de cobre, la panerilla de rajar las migas y algún otro
integran el escaso material con función específica.
El jarro de cobre
El desgaste frontal en el aro de la base de los jarros de
cobre antiguos (imagen superior) demuestra que éstos pasaron buena parte de
su vida útil arrimados al fuego. El cocido, elaborado a la lumbre en puchero de
barro, necesitaba un aporte constante de agua templada para que no se pegaran
los garbanzos y el único modo de proporcionársela era manteniendo, mientras
durase la cocción, un recipiente con agua junto a las brasas. El jarro de
cobre, bien documentado desde 1850, podría haberse usado con ese fin a tenor de
lo sucedido en las décadas posteriores. Aunque desconocemos su evolución
tipológica, se ha conservado un ejemplar considerado viejo en un inventario de
1884, es más esbelto y presenta un perfil más suave que cualquier otro de los
que he tenido ocasión de contemplar (imagen superior, pieza situada a la izquierda); además, ostenta la típica tapadera perforada a modo de boca
de regadera que se utilizó para humedecer las migas. En Peñalsordo (Badajoz) he
observado un recipiente cerámico con una boca muy especial (imagen inferior)
y me han asegurado que sirvió para mojar las migas, pero ignoro su fecha de
fabricación; no muestra evidencias de haber estado junto al fuego ni parece muy
apropiado para beber “a morro”, tal y como sucedió con las cantarillas, que se
colocaban junto a la piedra del humero, por lo que ignoramos si tuvo alguna
otra función. No nos consta que en Agudo hubiera piezas semejantes, aunque no
debemos olvidar que el barro es una materia prima muy frágil y su durabilidad
es más limitada que la del cobre.
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Recipiente documentado en Peñalsordo (Badajoz). Fotografía de Juan F. Cerrillo |